PRIMER ACTO

(chico) – Ponme una cerveza.

(chica) – ¿Volviste por mí?

(chico) – ¿Eh? Bueno… Me gusta el sitio.

(chica) – Entonces no volviste por mí.

(chico) – Si, volví por tí.

(chica) – Ven a buscarme esta noche.

(chico) – Me voy mañana.

(chica) – Eso no es esta noche.

(chico) – No creo que sea buena idea.

(chica) – ¿Por qué no?

(chico) – Tengo pareja.

(chica) – ¿Y?

(chico) – ¿Y si me enamoro de tí?

(chica) – La dejas y te quedas conmigo.

(chico) – ¿Y si eso no pasa y tu te enamoras de mí?

(chica) – Eso no va a pasar.

(chico) – Entonces puede que me enamore de tí, lo deje todo y tu te olvides de mí.

(chica) – Si pasa eso yo me enamoraré de tí.

(chico) – Demuéstramelo.

(chica) – ¿Como?

(chico) – Yo lo dejo todo y tu te enamoras de mí.

 

L.F.

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Ojos que no leen, corazón que no siente.

La historia de la crítica empezó considerando que el centro de sentido de la creación literaria era el autor. Es sencillo pensar que aquello que está escrito pertenece a quien lo escribió y le pertenece de una forma unívoca: solo esa persona tiene las claves interpretativas de cuanto se dice en las páginas que nos deja. Al leer, por lo tanto, se debía ser consciente de quién, dónde y cómo escribió para encontrar entre las letras del texto su verdadero significado.

Más tarde, cuando la lingüística se hizo un hueco en los salones y cafeterías, europa se erigió sobre la certeza de los significados y significantes; unos cuantos intelectuales de la época entendieron, por tanto,  que un autor no podía poseer la hegemonía interpretativa de un texto, porque entonces relegábamos la literatura a la incómoda y aburrida práctica de la acumulación de datos. Al fin y al cabo, un libro no podía terminarse con su autor. ¿Cómo si no íbamos a explicarnos el interés que era capaz de despertar en los demás? Según el esquema lingüístico EMISOR-MENSAJE-RECEPTOR, en el que la literatura se fundamenta, debíamos empezar a concederle importancia al mensaje, el objeto principal de tanto quebradero de cabeza y la razón de que alguien se pusiera a escribir y otro alguien, separado por el espacio y, a menudo también por el tiempo, se pusiera a leer. Sin embargo, si el libro tenía sentido en sí mismo, al margen de autor y lector, ¿para qué leer? Es más, ¿para qué escribir, si eso solo podía significar volver a hacer lo que ya se había hecho muchas otras veces?

Ya en el siglo XX, pensadores del mundillo resolvieron que solo quedaba una opción: que era el lector quien daba sentido al texto. De esta manera, el libro no dejaría de significar nunca: con cada receptor se abría un mundo de posibilidades: un mensaje nuevo cifrado en clave subjetiva que no tenía que ser unívoco, idéntico a los anteriores, regulado por unas reglas concretas, sometido al discurso ideológico general y proyectado como verdad de una forma inamobible. Leer era otra cosa: era una práctica universal con una finalidad subjetiva, era una capacidad de abstracción sobre la concreción siempre hiriente de la realidad, era un espacio en el que se presentaba la posibilidad como auténtica y en el que cabía imaginar lo que no existía para pensar en lo que debería existir.

Este largo preámbulo me sirve para advertiros, lectores, de que tenéis el poder. Que en vuestras manos, en vuestras propias lecturas, está la capacidad de proyectar sobre eso que llamamos libro la luz de vuestro propio ingenio, de vuestras propias vivencias y de vuestras antiguas (y nunca clausurables) lecturas; de reinventar la literatura mientran os reinventáis, a la vez, a vosotros mismos. Porque con cada lectura el libro debe cambiar y con cada lectura vosotros teneis que dejar de ser los mismos: de cualquier otra manera, no habreis leído.

Y si esta advertencia os sirve de algo, que sea, por favor, para dejar de estar pendiente de las novedades comerciales, de las listas de ventas, de las (horrendas) distribuciones en librerías, de los nombres en el lomo, de las reseñas literarias: las certezas solo deben tenerse una vez se ha terminado el libro, nunca antes. Y todas estas cosas ejercen una forma de control, pues pretenden descifrar, escondidos en la sutileza de una sugerencia, lo que un libro es capaz de decir. Que nadie lea por vosotros.

Olvidaos también de cómo y cuánto hay que leer para ser un buen lector: es mejor leer un solo libro y llenarlo de nuestras verdades que leer mil libros y opiniar de ellos, simplemente, que te gustaron. Olvidaos de ser ese gran escritor que quereis ser. Olvidaos de publicar, del dinero y de la fama. Olvidaos del tiempo libre, del tiempo que no teneis y del que os gustaría tener. La literatura no es un gremio, ni un contrato ni unos royalties. La literatura no es un bestseller, porque no es un libro en concreto, si no que lo son todos. Por eso, olvidaos de las librerías, dónde solo se vende: si el mundo fuera justo, los lectores no pagarían por los libros, por que cualquier autor desea lectores y no clientes.

Olvidaos de todo eso porque no sirve para nada. Y simplemente leed. Leed y sentid. Y si en este proceso aún creeis que hay alguna verdad inamobible, escribidla. Y no tengais miedo de no tener razón (que la razón no se posee, solo se intercambia). Y cuando terminéis de hacer esto, relajaos y disfrutad. Ya habréis participado en la Literatura.

 

A.

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Un verano Fata-l

Todo se vuelve marrón

a partir de ahora:

Como los esputos de esta ciudad

que ya casi no respira

y está decidida a llevarnos a todos,

junto a grandes olas de mierda y desechos.

La forma más clara de representación de la humanidad

está claramente reflejada en nuestra basura;

bidones repletos de detritos

que son parte de nosotros mismos

y van llenando explanadas

con montañas gigantescas de masa maloliente.

Villanos persiguen a jovenzuelas

con fustas de caoba

mientras que estas, sabiamente,

se dejan golpear, aprovechando,

los momentos de descuido

para robarles algún que otro billete

o alguna pastilla de tanto en tanto.

Pastillas para pensar, dormir, reír,

pastillas para llorar, FOLLAR y concentrarse…

Maldita sociedad yonki,

hipócrita de mierda,

que señala con el dedo, mientras esnifa

líneas sinfín de coca

volcadas en hermosas bandejas de plata.

Nuestro pan y circo diario,

la condena de los dioses sin nombre

por haber jugado durante generaciones

con los poderosos enemigos y aliados

tan sólo reservado, entonces,

a unos pocos elegidos.

Días de gloria sin gloria,

días grises sin llanto,

lavarte los dientes y sentir LA arcada

a la segunda vomitar

y ver, como primera imagen del día,

tu cara reflejada en el espejo

con esa mirada vacía

que no encuentra cuerpo donde descansar.

B.J.

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Notas en Standby. Capítulo II.

Todo está borroso mientras me cuelo entre dos coches y le doy al puño al máximo. SNAP. Luz roja, luz verde, luz roja de frenos e intento parar la moto. SNAP. Suelo, cielo, suelo. SNAP. Abrimos de negro a un cielo azul intenso enmarcado en la parte inferior por la parte superior de un mercedes deportivo negro. Un casco entra por la izquierda, ¿motorista o astronauta? Intento levantarme y el del casco hace el ademán de ayudarme pero me siento cansado y desisto igual que desiste el del casco. El cielo al que no miro muy a menudo está muy bonito. Nuevo intento y nuevo ademán del del casco. Dolor intenso en el hombro. SNAP. Me despierto tumbado bocabajo en la oscuridad de mi cuarto. El dolor intenso vuelve a mi hombro, lo que me hace darme cuenta de que estoy durmiendo sobre mi brazo izquierdo. Intento moverlo y gira sobre mi pecho, no es un movimiento normal pienso aturdido hasta que un crac vuelve a colocarlo en su sitio y no desalineado 90º con mi espalda. Es un dolor horrible así que dando bandazos, asustado, atontado y medio dormido salgo a buscar ayuda.

 

Dentro del Box 3 (o caja nº 3 si fuera un concurso), en pijama, que parece ser últimamente mi uniforme, espero a que el médico vuelva de hacer no se qué. En estos quince minutos he tenido tiempo de pensar en los sueños. Mi pasado porreta ha hecho que no sueñe o al menos que no lo recuerde durante mucho tiempo. Ahora sólo bebo y eso no parece bloquear mis sueños. Ante este nuevo mundo onírico me pregunto ¿Qué viene antes, el huevo o la gallina? El sueño hizo que me dislocara el hombro o fue el sueño el que me avisó de que me había dislocado el hombro. No sé mucho de Freud, tan sólo medio libro que me leí de Jung, su discípulo, la película de Cronenberg y lo que decía Calderón de la Barca. Se supone que me tendría que documentar más antes de emitir un juicio pero últimamente eso no está de moda, lo que está de moda es escribir algo que luego otros más documentados (o no) rebaten (o no). Supongo que los sueños premonitorios son lo que queremos que sean, nadie se acuerda del gato negro que se le ha cruzado si no le cae justo después un piano en la cabeza. Si esto pasa le echamos la culpa al gato y no al operario que al estornudar (por su alergia a los gatos) soltó la cuerda que sujetaba el piano. Ninguna conclusión es posible excepto tal vez que teniendo en cuenta lo difícil que es dislocarse un hombro mientras uno duerme, fue un acto que provino directamente de mi subconsciente para no escribir porque no hay mejor excusa que tener un brazo inmovilizado y dolorido para posponer tus obligaciones con la página en blanco.

 

A.

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